REVOLUCIÓN MEXICANA.
CAUSAS.
Varias son las causas que desencadenaron el estallido de la Revolución Mexicana. Se agrupan estas en económicas, sociales y políticas.
ECONÓMICAS
La cuestión agraria. Durante el gobierno de Porfirio Díaz, el 40 por ciento del territorio azteca era propiedad tan sólo de 840 hacendados. El latifundio era tan desmedido que, a veces, una sola persona era dueña de una extensión de terreno mayor que la superficie de varios países europeos. Así, el general Terrazas, poseía en el Norte de México un predio de 24 millones de hectáreas. Otro gran propietario era la iglesia católica mexicana, integrada en su mayoría, por un clero conservador y adicto al orden represivo imperante, lo que explica, en parte, porqué la revolución fue anticlerical. Las consecuencias de este enorme latifundismo, sin precedentes en la historia mundial, fueron graves para los mexicanos. Provocó la decadencia de la agricultura, porque el gran propietario se encontraba desvinculado de la tierra. Lo dejaban en manos de brutales e ineptos administradores, que mandaban a latigazos al campesino y abusaban de las mujeres e hijas de los peones.
Régimen económico injusto. Bajo el lema de “baja política y mucha administración”, la dictadura porfirista pensaba que lo único que importaba era el progreso material, en base al capital extranjero, ignorando la existencia de la masa trabajadora. Con tal propósito abrió las puertas a las empresas norteamericanas e inglesas, que se apropiaron prácticamente de la riqueza nacional. Los capitales extranjeros llegaron a ser dueños o administradores de los ferrocarriles; controlaban las ricas minas de plata de San Luis de Potosí, los productos del suelo y del mar y la riqueza forestal y frutícola. Los franceses manejaban la lencería y botinería; los españoles, el comercio; y los alemanes, los cultivos especializados.
SOCIALES
Ausencia de legislación laboral. No existía una legislación que protegiera a los obreros y campesinos. Las huelgas estaban prohibidas y se sancionaban severamente a quienes osaban pedir mejores salarios o la reducción de la jornada inhumana de trabajo que, en muchos casos, alcanzaba a las 12 horas. Los más altos cargos estaban desempeñados por norteamericanos, debiendo los mexicanos contentarse con los empleos más modestos.
Pobreza campesina. Los trabajadores ganaban miserables salarios de 25 centavos diarios, iguales que a fines de la colonia, no obstante que los precios de los artículos que consumían se habían elevado al triple. Al mismo tiempo sufrían la expoliación en las “tiendas de raya”, en las que el propietario de la hacienda vendía el jabón, el maíz, el aguardiente embrutecedor y toda otra mercadería que necesitase, a precios muchos más altos que los del mercado. Como el jornal era exiguo, el campesino se iba endeudando y así se arraigaba a la tierra como los siervos de la Edad Media. De otro lado, los trabajadores vivían en casuchas de adobe o ramas de un solo cuarto, sin ventana y con piso de tierra.
División social. La pirámide social mexicana estaba conformada por diversas clases sociales, entre las cuales había una marcada diferencia. En los rangos más altos estaban los grandes latifundistas, los caudillos políticos, los miembros del alto clero y los empresarios extranjeros y nacionales. Seguían los pequeños burgueses y en la base, se encontraban los campesinos y obreros, que vendían en condiciones infrahumanas.
POLÍTICAS
La dictadura de Porfirio Díaz. Porfirio Díaz llego al poder por primera vez en 1876, alcanzando la bandera de la no reelección. En el transcurso de los años hizo caso omiso de esta promesa electoral y busco una y otra vez su reelección presidencial. Con astucia, sagacidad y menosprecio de las aspiraciones ciudadanas logro gobernar durante 7 periodos, un caso realmente insólito e intolerable. La base de estas sucesivas reelecciones no fue el derecho, sino la fuerza; no fue la prosperidad de los 15 millones de habitantes, sino de un pequeño grupo de privilegiados, en nombre del significativo y engañoso lema: “Paz, orden y progreso”. En más de 30 años de tiranía y centralismo porfirista los poderes legislativo y judicial estuvieron subordinados al ejecutivo. La división de los poderes, la soberanía de los estados, la libertad de los ayuntamientos y los derechos de ciudadano solo existían escritos en la carta magna. Imperaba la ley marcial. La justicia, lejos de proteger al débil, servía para legalizar los despojos del más fuerte. Los jueces, en vez de encarnar la justicia se convertían en agentes del Ejecutivo. Las cámaras legislativas no tenían otra voluntad que la del dictador. Los gobernantes de los estados, nombrados por él, designaban e imponían a las autoridades municipales.
Oposición al dictador. La oposición a la prolongada dictadura estuvo representada por diversos sectores descontentos, los que anhelaban inquietudes de renovación social, como el incipiente movimiento anarquista “Regeneración” que atacaba al régimen; los círculos liberales que realizaron un congreso y evolucionaron al comunismo anárquico y llevaron a cabo varias tentativas insurreccionales que luego fracasaron; y el Partido Liberal Mexicano, cuyo programa clandestino, lanzado en 1906, incitaba al pueblo a revelarse contra la dictadura, abogaba por la libertad de sufragio y la no reelección continuada.
REVOLUCIÓN
LA CAÍDA DEL DICTADOR
Porfirio Díaz había manifestado la inauguración de un gobierno democrático en 1910 y que el dejaría el poder. Sin embargo, contradiciendo esta promesa, sus partidarios le propusieron como candidato a la presidencia. Fue entonces cuando Francisco I. Madero decidió salir al frente, para contener las ambiciones del dictador. Madero era un terrateniente de Coahuila, de espíritu progresista. Anteriormente hizo mucho a favor de los trabajadores y del pueblo de San Pedro de las Colonias, estableciendo escuelas, colegios, comedores y hospitales gratuitos. Francisco Madero empezó a recorrer el país, alentando al pueblo a luchar contra la tiranía. Organizo el partido Antireelecionista y, en la convención de Eliseo, de la ciudad de México, se aprobó su candidatura a la presidencia de la república, para competir con el general Díaz. Ya candidato, inicio una triunfal gira política; fue arrestado en Monterrey, acusado de “conato de rebelión y ultraje a las autoridades”. De este modo, en las elecciones del 26 de junio, 1910 se hizo elegir a Porfirio Díaz, por sétima vez. Poco después Madero obtenía su libertad y lanzo el plan de San Luís de Potosí donde declaraba nulas las elecciones, desconocía el gobierno del General Díaz, enarbolaba el principio de no reelección del Presidente de la Republica y llamaba al pueblo a una rebelión nacional, para arrojar del poder a las autoridades gobernantes. El pueblo, apoyando este llamado, se levantó en varios puntos del país, el 20 de noviembre de 1910. Lo respaldaba Francisco “Pancho” Villa (seudónimo de Doroteo Arango, el “Centauro del Norte”) en nombre de los aldeanos; Emilio Zapata, en representación de los campesinos y otros líderes populares. Díaz, mientras tanto, se disponía a defender su puesto. Sin embargo, convencido de que su poder se desmoronaba inevitablemente y contemplando que todo el pueblo estaba levantado en armas, se resignó a dimitir el mando, el 25 de mayo de 1911, firmando un pacto con Madero en la ciudad de Juárez. Luego salió furtivamente y se embarcó en un tren a Veracruz y, posteriormente, viajo a Europa, muriendo en Paris, en 1915.
EL MOVIMIENTO AGRARISTA
Triunfante, Madero pretendió cambiar el rumbo de la nación mexicana: restauro la constitución de 1857, estableció el sufragio popular, prohibió la reelección, etc. No bastaban estas reformas, meramente políticas. El pueblo tenía hambre y quería un cambio de régimen, de estructura. En estas circunstancias Emiliano Zapata, jefe guerrillero del Sur, propuso el plan Ayala, dando la idea de distribuir la tierra entre los campesinos y él mismo se apropió de algunas haciendas y los distribuyo entre los trabajadores. Su lema era: “La tierra es para quien la trabaja”. Un simpatizante suyo, Francisco “Pancho” Villa, organizo un ejército popular de mineros, peones, vaqueros y bandidos y repartido dinero entre los campesinos, ganándose el respaldo de este vasto sector. Contra Madero se unieron: conservadores, latifundistas, el clero y su Ministro de Guerra, el traidor Victoriano Huerta, quien fue enviado a reprimir una rebelión conservadora y no vaciló en hacerlo asesinar, en 1913.
EL CAUDILLAJE
Asesinado Madero sucedió una lucha terrible y sin rumbos, en la que participaron facciones maderistas contra carrancistas y constitucionalistas contra convencionistas, zapatistas, villistas, Oroz quistas, obregonistas, callistas, etc. En esta etapa los marinos norteamericanos invadieron el Puerto de Veracruz ante el intento de estrechar relaciones con los ingleses (1914); se inició la gran huelga de los Obreros, en la ciudad de México (1916); la proclamación de la constitución de Querétaro (1917), que puso las bases para consagrar los ideales de la revolución: jornada de 8 horas de trabajo, el salario mínimo, la indemnización por accidentes de trabajo, la reforma agraria, la nacionalización del petróleo, etc. Finalmente, asesinan a traición al líder campesino Emiliano Zapata (1920), en Puebla en la Hacienda de Chinameca perteneciente al municipio de Ayala en el estado de Morelos.
LA EXPLOTACIÓN DEL PETRÓLEO
Desaparecido Venustiano Carranza, gobernaron México 4 presidentes. El responsable de la marcha del movimiento renovador fue el Partido Nacional Revolucionario o PRI (Partido Revolucionario Institucional), a partir de 1940. Uno de sus grandes figuras fue Lázaro Cárdenas (1934 – 1940). Cárdenas, teniendo como pilares de su gobierno a la clase trabajadora, los campesinos y el ejército, llevo adelante el programa de la revolución con una rapidez sin precedentes. Algunas de las obras emprendidas por Lázaro Cárdenas fueron, las siguientes:
Fomento la distribución de tierras. Unas 18 millones de hectáreas fueron distribuidas (dos veces más que todos los gobiernos anteriores), a 750 mil familias. Asimismo, fueron organizadas grandes granjas cooperativas para la producción de productos comerciales.
Amparo la organización de sindicatos, con el propósito de buscar las reivindicaciones sociales de los obreros. De acuerdo a su plan Sexenal tendía a unificar la organización de los trabajadores de todo el país, fortalecerla y dignificarla.
Expropio los yacimientos petrolíferos, acto que fue la más sensacional del gobierno de cárdenas, en 1938, en cumplimiento de lo prescrito en la constitución de 1937; reivindico la propiedad del estado sobre las fuentes petroleras, desalojando a 17 compañías imperialistas compensándolos con 400 millones de dólares. Las compañías expropiadas, organizaron en respuesta, un boicot en contra del petróleo mexicano y pusieron obstáculos para la adquisición de buques petroleros. El gobierno de Cárdenas llevo acuerdos de intercambio con Alemania, Italia y Japón por medio del cual el petróleo se cambió por maquinarias.
LOGROS DE LA REVOLUCIÓN
Varios son los resultados positivos de la revolución mexicana. Destacan entre ellos:
El cambio de la propiedad de la tierra. A principios de la década del 40, más de la mitad de la población rural pertenecía a los ejidos (aldeas) y poseía más de la mitad, de la totalidad de las tierras cultivables. También hubo un considerable aumento en el número de pequeños granjeros independientes.
Las conquistas sociales. Se estableció, en 1915, el descanso dominical obligatorio, y la jornada máxima de 8 horas de trabajo. En 1916, se reconoció el derecho de huelga y se fijaron las nuevas relaciones de trabajo, entre patrones y obreros. En su época, estas disposiciones eran las más avanzadas del mundo. La constitución de 1917 estipulo la jornada de trabajo de 8 horas, como máximo. Quedaban prohibidas las labores insalubres o peligrosas para las mujeres en general y para los jóvenes, menores de 16 años. Quedo también prohibido el trabajo el trabajo nocturno industrial. Los establecimientos comerciales no podían laborar después de las 10 de la noche.
La expropiación de las compañías petroleras puede haber tenido poca justificación económica, pero fue de una gran importancia sicológica para ayudar a eliminar el sentido de inferioridad nacional.
Produjo un cambio profundo y vigorizante en la conciencia nacional. Los mexicanos pre revolucionarios habían encontrado sus valores en los elementos culturales europeos. Los conservadores habían peleado por preservar las actitudes e instituciones del imperio español y los reformadores habían tratado de introducir los del liberalismo occidental.
La nueva conciencia nacional encontró expresión en la obra de artistas y escritores. México fue la escena de un renacimiento que tenia algo en común con el gran Renacimiento europeo. Sobresalieron particularmente en las artes visuales, la arquitectura y pintura de mayor importancia en el hemisferio occidental. Tres figuras sobresalen en pintura: David Alfaro Sequeiros, Diego Rivera y José Clemente Orozco. Estos artistas infunden una fe positiva en el futuro de México, pues, describieron un mundo ideal en el que los campesinos araban su propia tierra y en el que los sueños de Morelos y de Zapata se hacen realidad. Igual ocurre en el compositor Carlos Chávez, en el que la melodía tradicional indígena se convierte en la base de la música nacional; y, por último la novela de la revolución saca sus temas de las hazañas de villa y Zapata, así como de la vida indígena campesina.